Me seco, me agoto, me ahogo.
Árida, áspera, curtida.

Mis lágrimas me hundieron en un profundo lago azul,
en el que ahora floto,
y del cual no puedo salir.

Olvidé tomar aquella cuerda para volver a la orina, 
olvidé tomar tus manos,
olvidé cómo volver de nuevo a ti.

Ya no recuerdo como eran tus abrazos bajo la lluvia, 
ni cómo olía tu piel mojada.

La corriente de agua que secó mis venas
se llevó por delante todas esas palabras que nunca te dije
y las repartió por el mar.

Ahora sólo queda un enorme desierto, 
una leve brisa que respirar,
y un horizonte
donde mi alma se esconde al atardecer cada día 
cuando ya no puede más.


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